Después de tantos días confinadas, en los que el transitar ha sido restringido, pautado, regulado, ¿cómo salir sin preguntarnos por las restricciones impuestas colectiva e individualmente? ¿Cómo despertar del letargo? ¿Cómo asumir la salida con las nuevas pautas para moverse y realizar un paseo o una caminata? ¿Cómo trazar una ruta con normativas que solo son prohibiciones: camine durante una hora, guarde la distancia de seguridad, use mascarilla, evite el contacto?
Son precisamente las medidas que se amparan en el “cuidado” las que desmoronan el acto mismo de distenderse, relajarse, separarse de la rutina y desplazarse para dar paso a la digresión e intercambiar voces, memorias, sensaciones… Alcanzar espacios de transformación.
Lo único inamovible y base fundamental de las propuestas de Ruta de autor es el acto de caminar. Porque caminar no es solo la sucesión de unos pasos, sino, desde nuestra práctica, el modo de interpelar los espacios y movilizar inquietudes, percepciones, encuentros, pausas… Es la forma más orgánica de unir cuerpo, movimiento y pensamiento.
Caminar con limitaciones horarias, barreras en según qué estancias, desplazamientos en un radio máximo de kilómetros… es lo más parecido a la amputación de sentidos, a impedir la acción. Trazar una ruta en estado de alarma es como pedirle velocidad a un caballo atado. Reconvertir la esencia del paseo en control y vigilancia es aceptar estar bajo la lupa de la autoridad de forma permanente. Es perder efímeros momentos de libertad, pasos y trayectos implícitos, también subjetivos, que nos llevan a un punto de llegada que por un instante nos hace olvidar el punto de partida.